miércoles, 7 de agosto de 2013

Conclusión de un encuentro cuando no se buscaba nada


Limpiando los huesos relamo las cicatrices. Dejo de mirarme y lo veo: alma ahuecada, come y no mira. Por un segundo creo que puedo más que el dios de los abismos. Me acerco. Me olvido de mí  por él, pero igual estoy volviendo a mì. Le hablo. Creo que Intuye más que formas porque balbucea rezos.
Pienso: Tu dios fue mi dios cuando todo olìa a algodones manchados y rosarios, y entre predicciones estiraba  la mano al infinito. Mientras (ahora como antes) las hormigas siguen caminando sin sentirnos: yo-vos o vos-yo, somos lo mismo borrando el tiempo, salvados o hundidos, es sólo soledad. 
Extiendo la mano. Él se levanta. Vuelve a la realidad, nos miramos. Le doy mi ofrenda con un reto que se vuelve aprobación y ternura, germen de dignidad..
Me voy sabiendo, intuyendo, que volverá a ahuecarse. No le di mis lágrimas, esas se las devuelvo al  que dibuja su prueba, la mia y la del que sigue. Tal vez logre con la humedad de ellas, que el Diagramador, por un instante, vuelva a evaluarlas.

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