jueves, 10 de enero de 2013

El peso de tu alma


La expiración sonó disonante,  pero el eco retumbó como grito desgarràndolo todo.  Era el minuto exacto
en que se imponía la solemnidad del mediodía,  y corrió por mi mente  la idea que habia enterrado.
Vos, en tu altar de cristal,  hacia días intentabas pedir perdón, y yo, mientras, disfrazaba pronósticos con perfume de jazmines y muñecos de felpa y jugaba a invocar milagros.Pero el milagro no vino. Y me vi envuelta en realidades que no quería que existieran. Te levanté  y mareada y aturdida, entre pensamientos  discordantes y mucho ruido, pasos y papeles,  te acurruqué en mis brazos,  y fue ahí  cuando tuve la certeza de que tu alma se habia ido,  y aprendí que es mentira la idea de que las almas pesan gramos, porque, evidentemente,  la tuya pesaba toneladas si,  arropado en mis brazos,  después de liberado,  yo sólo arropaba aire.

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