CONCLUYENDO

Puedo predecir las alucinaciones que nacen de su almohada
cuando el sol descansa.

 He sobrevolado cada una de las suavidades de su cuerpo.

 Todavìa recuerdo,
cuando me detuve en sus aristas disfrazadas de alegrìas,
y fue ahí ,
que descubrí su  salino  gusto a  piel en llamas.

 Esa noche  supe que  nunca brilló tanto el  camino  del viento.
 Las libélulas se mezclaban en una danza adornada de perfiles de otra era.
 El aire despertaba a  los volcanes adormecidos de su  dolor añejo.

  Desde entonces,
 he oído tantas veces su grito que resume  aquello que se ha perdido y   recobrado.

 Y sin embargo....
  los dos somos extraños.